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Recuerdos de un viaje artístico.

perio dobla la frente ante sus vencedores, que después de asolar sus templos y ciudades, no encontrando enemigos que combatir, se sientan sobre las destrozadas ruinas del Capitolio, á reposar del ardor y el cansancio de las luchas. El cristianismo entonces, esa idea que marcha silenciosa á través de la desolación y los combates, esa llama de fe que crece y se multiplica de día en día, viene á encontrarlos, y sin sangre, sin violencia, sin horrores, subyuga aquellos guerreros indómitos, ante quienes las haces romanas se deshicieron como columnas de humo, y dándoles leyes, dándoles religión, dulcifica sus costumbres, enfrena sus pasiones, hace sus leyes, sus monarquías y su sociedad. Entre los oscuros anales de esa segunda época de la era cristiana, volvemos á encontrar el reducido santuario, obra de los primeros defensores de la fe. Un rey poderoso levanta con mano piadosa la basílica sobre los antiguos restos de la tumba, y el arte que empieza á salir del profundo sueño en que se hallaba sumergido, merced á una tosca imitación de la antigüedad, despliega en él las rudas galas que lo distinguen, agotando los recursos de su imaginación sencilla y ardiente.

Una era brillante de gloria comienza entonces para el edificio. La veneración por él crece; los dones que le hacen se multiplican, y los privilegios que consigue se aumentan. Esos concilios fa-