las sufre la decencia del teatro. Hizo desaparecer en el carácter de Isabel la indecorosa desenvoltura con que, abandonando su casa, va derecha á la de su amante (á quien no conoce sino de vista) para entregarse en sus manos, y autorizarle á que disponga de ella á su voluntad.
Allons sans crainte aucune
A la foi d’ un amant commèttre ma fortune.
Nada de esto hay en la traducción. Nada hay tampoco de los incidentes violentos que preparan el desenlace, cuando escondida la pupila (sin dejarse ver de ninguno), el galán desde la ventana, los dos hermanos, el comisario y el escribano desde la calle ajustan el casamiento, sin que se averigüe primero quien es la que se casa, y á la luz de un farol atropellan y firman un contrato de tal entidad: en lo cual no parece sino que todos ellos han perdido el juicio, según son absurdas las inconsecuencias de que abunda aquella situación. El traductor desechó todo esto, y simplificando el desenredo, conservó la sorpresa, sin perjuicio de la verisimilitud: y en él, como en toda la comedia, añadió nuevos donaires cómicos, y nuevos rasgos característicos, para suplir con ellos lo que podia perderse en los pasages que le fue necesario variar ó suprimir. La comedia española (decia frecuentemente Moratin) ha de llevar basquina y mantilla; y si en las piezas originales que compuso se advierte religiosamente observada esta máxima, puede asegurarse que en La Escuela de los Maridos no aparece el menor indicio de su procedencia: tal es la imitación fiel de las costumbres nacionales que en ella se