Ir al contenido

Página:Orígenes de la novela - Tomo I (1905).djvu/134

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
CXXIV
Origenes de la novela

que se desarrolle en forma de coloquios entre la Verdad, la Razón, el Entendimiento, la Sabiduría y la Naturaleza, y aparezcan personificadas todas las virtudes y todas las artes liberales. El fin didáctico se sobrepone al estético, y la obra entera merece figurar en los anales de la filosofía española más bien que en los de la ficción recreativa. Como texto de lengua científica, no tiene rival dentro del siglo XV; la grandeza sintética de la concepción infunde respeto; algunos trozos son de altísima elocuencia, y la novedad y atrevimiento de algunas de sus ideas merecen consideración atenta, que en lugar más oportuno pensamos dedicarlas[1].

Tampoco creemos que debe incluirse entre las novelas, sino entre los diálogos político-morales, el impropiamente llamado Libro de los pensamientos variables[2], que su autor, de quien sólo sabemos, por lo que él dice, que era «un pobre castellano con algo de portugués», dedicó á la Reina Católica con el loable fin de poner á sus ojos la opresión y servidumbre en que yacían los villanos y campesinos y excitar su celo justiciero contra los tiranos y robadores que habían estragado á Castilla en el infeliz reinado de Enrique IV. Valiéndose el anónimo escritor de una ficción que recuerda otras de los cuentos orientales é italianos, y que andando el tiempo inspiró á Lope de Vega su bellísima comedia El villano en su rincón, imitada en todos los teatros del mundo, presentaba á un rey perdido en la caza, que se encuentra con un rústico, de cuyos labios oye durísimas verdades. Es notable el atrevimiento de las ideas de este diálogo, que llega hasta discutir, por boca del rústico, el fundamento del derecho de propiedad y predicar una especie de colectivismo anárquico. «Los hombres, en este mísero mundo venidos todos, fueron igualmente señores de lo que Dios, antes de su formación, para ellos había criado, é desta manera, si honestamente dezir se puede, gran enemiga debemos haber é tener los tales como yo con los altos varones, pues forzosamente, habiéndose usurpado el señorío, nos han hecho siervos. É puesto que su magestad diga que aquesta larga é gran costumbre es ya vuelta en naturaleza, sepa que por aquellas leyes por donde lo dicho se principió, querríamos el contrario rehacer, porque toda cosa que con fuerza se haze, con fuerza deshazer se tiene». Verdad es que en la controversia con el Rey se templan mucho estas proposiciones, viniendo á parar todo en una inofensiva declamación contra las vejaciones y tropelías de que era víctima la clase labradora y contra el insolente lujo de los cortesanos. Puede creerse que el Rústico interlocutor de este diálogo sirvió de modelo para el Villano del Danubio, á quien hizo prorrumpir Fr. Antonio de Guevara en tan vehementes invectivas contra la tiranía del Imperio Romano.

Ignoramos el actual paradero de cierta novela alegórico-política, al parecer extensa

  1. Por ejemplo, su teoría del profetismo, muy semejante á la de Maimónides; sus ideas sobre el entendimiento agente, más afines á las de Avempace y Algazel que á las de los escolásticos; su doctrina de las tres vidas del hombre, que reaparece en muchos místicos; sus ideas sobre la música, que para él es una especie de metafísica latente, como para Schopenhauer; su clasificación de las lenguas en guturales, paladiales y dentales; sus ideas sobre la palabra, que son las de la escuela tradicionalista, etc.
  2. Hállase en un códice de la Biblioteca Nacional (S. 219), y fué publicado por Amador de los Ríos en los apéndices al tomo VII de su Historia crítica, pp. 578-590. El extraño título con que se le designa en los antiguos índices se debe al encuadernador, y sólo tiene relación con las primeras frases del tratado, que realmente es acéfalo.