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Página:Orígenes de la novela - Tomo I (1905).djvu/19

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IX
Introducción

greco-oriental y tiene la gloria de haber inspirado el último libro de Cervantes y de haber encantado la juventud de Racine. No puede ser libro vulgar el que ha logrado tales admiradores y panegiristas, pero es seguramente un libro de muy cansada lectura. El interés de las aventuras es muy pequeño y casi todas pertenecen al género más inverosímil, aunque de fácil y trivial inverosimilitud: raptos, naufragios, reconocimientos, intervención continua de bandidos y piratas. El mérito de Heliodoro no consiste en la fábula ni tampoco en el estilo, que, aunque superior á su tiempo, es una especie de prosa poética llena de centones de Homero y Eurípides, sino en la moral pura y afectuosa que todo el libro respira, en la ternura de algunos pasajes y en cierta ingeniosa psicología con que el autor expone y razona los actos de sus personajes, dando el primer ejemplo de novela sentimental, aunque no muy apasionada. Tal novedad, unida al prestigio que cualquier libro griego ó latino, aun de los más endebles, tenía en tiempos pasados, explica la gran popularidad del Teágenes, cuya importancia en la historia de la novela es innegable, y que, tal cual es, aventaja en gran manera á los Amores de Leucipe y Clitofonte, de Aquiles Tacio; á los de Abrocomo y Anthia, de Jenofonte de Éfeso; á los de Chereas y Calirrhoe, de Chariton de Afrodisia; á los de Ismene é Ismenias, de Eustacio ó Eumatho, y á otras novelas bizantinas que nadie lee y con cuyos títulos es inútil abrumar la memoria[1]. Sólo debe hacerse una excepción en favor de la interesante y romántica historia del príncipe Apolonio de Tiro, por la difusión que tuvo en la Edad Media y en el siglo XVI, como lo testifican la versión latina, atribuida á Celio Simposio, el Gesta Romanorum y otras colecciones de cuentos; nuestro Libro de Apolonio, perteneciente al siglo XIII y á la escuela del mester de clerecía; la Confessio amantis, del inglés Gower; la novela Tarsiana, del Patrañuelo de Juan de Timoneda, y el Pericles, príncipe de Tiro, drama atribuido á Shakespeare. Por de contado que este rey Apolonio nada tiene que ver, salvo el nombre, con el filósofo pitagórico del siglo I de nuestra era, Apolonio de Tiana, ni con su fabulosa biografía, escrita por el sofista Filostrato, la cual debe contarse entre las novelas filosóficas y taumatúrgicas que pulularon en los últimos tiempos del paganismo, especialmente entre las sectas dadas á la teurgia y á las ciencias ocultas[2].

  1. Pueden verse recopiladas las principales en los Erotici Scriptores de la colección Didot (texto griego y traducción latina). Anteriores á todas ellas son los fragmentos de otra que en 1893 descubrió Wilcken (vid. Hermes, XXVIII, p. 161 y ss.), y que su principal editor é ilustrador, Enrique Weil (Études de Littérature et de Rythmique Grecques, París, 1902, p. 90 y ss.), llama la Ninopedia, por ser su argumento las mocedades del rey Nino, fundador de Nínive, y especialmente sus amores con una prima suya, que en los fragmentos no está nombrada, pero que al parecer es la famosa Semíramis. Estos fragmentos, que conservan mucho carácter épico, pero que están escritos con la misma fraseología retórica que las demás novelas griegas conocidas, se han conservado en un papiro egipcio del siglo I de nuestra era.
  2. Con ser tan medianas, generalmente hablando, las novelas helénicas, todas, aun las de la decadencia bizantina, importan para la literatura comparada, porque tienen rasgos y situaciones que han sido explotados con más habilidad por grandes poetas de diversas naciones, que á veces las han tomado del fondo común de la tradición popular. Así, la historia de la doncella que se hace enterrar en vida, adormecida por medio de un narcótico, para librarse de un matrimonio odioso, está ya en las Efesiacas de Xenofonte, con la diferencia de que aquí la heroína cree beber un veneno mortal y el amante no está enterado. Forma juntamente con el tema de Pyramo y Thisbe uno de los elementos del cuento de Romeo y Julieta (Massuccio, Luigi da Porta, Bandello, Lope de Vega, Shakespeare...). Aparece también en una copiosa serie de cantos populares (vid. núm. 96 de las English