Página:Orgullo y prejuicio - Tomo II (1924).pdf/105

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
103
 

el coronel F. vino al condado de Hertford, renovándolas ansioso en todos los portazgos y hosterías de Bonnet y Hatfield, pero sin ningún éxito; no se había visto por allí a tales personas. Con el mayor pesar llegó a Longbourn y manifestó sus recelos del modo que más puede enaltecer su corazón. Estoy apenada de veras por él y por la señora de F., y nadie los podrá censurar. Nuestra aflicción, querida Isabel, es muy grande. Mi padre y mi madre esperan lo peor; pero yo no puedo pensar tan mal de él. Muchas circunstancias pueden haber hecho más elegible para ellos el casarse privadamente en la capital que seguir su plan primitivo; y aun si él pudiera haber formado semejante designio contra una joven con familia, como Lydia, ¿he de suponer a ésta tan perdida como todo eso? ¡Imposible! Me apena, con todo, ver que el coronel F. no se ve dispuesto a confiar en el matrimonio: sacudió la cabeza cuando yo manifesté mis esperanzas, diciendo que temía que W. no fuese de fiar. Mi pobre madre está enferma de veras y no sale de su cuarto. Si pudiera esforzarse sería mejor; mas no hay que esperarlo. En cuanto a mi padre, jamás lo he visto tan afectado. La pobre Catalina está pesarosa de haber ocultado el afecto de aquéllos; pero hay que maravillarse de que una cosa así fuera objeto de confidencias. De veras me alegro, queridísima Isabel, de que te hayas ahorrado algo de estas dolorosas escenas; pero ahora que el primer golpe ha pasado, ¿confesaré que anhelo tu regreso? No soy egoísta, sin embargo,