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Si la gratitud y la estimación son buenas bases del afecto, el cambio de sentimientos de Isabel no parecerá ni improbable ni equivocado. Mas si es de otra suerte, si el interés que brota de fuentes tales no es razonable o natural en cotejo con el tantas veces descrito como nacido de un primer coloquio con su objeto y aun antes de haber cambiado con él dos palabras, nada podrá decirse en abono de aquélla sino que había ensayado el antiguo procedimiento en su parcialidad con Wickham, y que su mal éxito podría acaso autorizarla a buscar el otro camino del afecto, aunque menos interesante. Mas, de cualquier modo que fuera, vió marchar a Darcy con gran pesar; y en esa primera muestra de lo que podía acarrear la infamia de Lydia halló mayor angustia al reflexionar sobre tan desdichado asunto.

Desde que leyera la segunda carta de Juana nunca había alimentado la esperanza de que Wickham tratara de casarse con Lydia. Pensaba que nadie sino Juana podía lisonjearse con semejante esperanza. La sorpresa era el último de los sentimientos en la serie de los suyos. Mientras permaneció en su mente el contenido de la carta primera, Isabel fué todo sorpresa, todo asombro por que Wickham fuese a casarse con una muchacha con quien era imposible hacerlo por el dinero, pareciéndole incomprensible que Lydia hubiera podido atraerle así. Mas ahora todo resultaba sobradamente natural. Para atracción semejante contaba ella con suficientes encantos; y aun sin suponer que Lydia