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mana. Entonces se unirá al regimiento, a no ser que primero se le invite a Longbourn; y sé por la señora de Gardiner que su sobrina abriga de veras deseos de veros a todos antes de dejar el Sur. Hállase buena, y suplica que os acordéis de ella tú y su madre. »Tu, etc.,

»E. Gardiner.»

El señor Bennet y sus hijas vieron las ventajas de la salida de Wickham de la milicia del condado tan claro como lo había visto el señor Gardiner; mas la señora de Bennet no se complacía tanto con ello. El que Lydia se estableciera en el Norte precisamente cuando ella había esperado mayor agrado y enorgullecimiento con su compañía, ya que no había prescindido del placer de que residiera en el condado, era disgusto grande; y además, era lástima que Lydia se separara de un regimiento donde era conocida de todos y tenía tantos admiradores.

—¡Quiere tanto a la señora de Forster—decía—que le será horrible en verdad el dejarla! Y además hay varios muchachos que le gustan mucho. No serán tan simpáticos los oficiales en el regimiento del General...

La súplica de su hija—pues como tal había que considerarla—de ser admitida de nuevo en la familia antes de partir para el Norte recibió pronto rotunda negativa; pero Juana e Isabel, que, mirando a los sentimientos y al porvenir de su her-