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definirse sus sentimientos al leer la carta. Al principio pensó con extrañeza que sólo pretendía excusarse del modo que le era posible, hallándose persuadida firmemente de que no podía dar explicación ninguna que un sentido conveniente de decoro no debiera ocultar. Con gran dosis de prejuicio contra cuanto pudiera decir empezó a leer la relación de lo ocurrido en Netherfield. Leíalo con rapidez tal que con dificultad podía comprenderlo, y por su impaciencia en saber lo que la frase siguiente decía era incapaz de entender el sentido de la que tenía ante sus ojos. Desde luego reputó falsa la creencia en la insensibilidad de su hermana, y la lectura de lo capital, o sea sus objeciones al casamiento, le molestaron demasiado para dignarse hacerles justicia. No manifestaba él sentimiento por lo que había realizado de modo que pudiera agradar a ella, y su estilo no revelaba contrición, sino altanería. Todo allí era orgullo e insolencia.

Mas cuando siguió con lo referente a Wickham, al leer, ya con mayor atención, un relato de esos hechos que, de ser verídico, había de destruir toda opinión favorable sobre aquél, relato que guardaba tanta afinidad con la historia contada por el mismo Wickham, sus sentimientos fueron todavía más penosos y más difíciles de definir; oprimíanla asombro, recelo y aun horror. Ansiaba desmentirlo por entero, exclamando repetidas veces: «¡Eso tiene que ser falso, eso no puede ser! ¡Eso ha de ser la mayor de las falsedades!»; y cuando hubo recorrido la totalidad de la carta, aun sin conocer

Orgullo y prejuicio.—T. II.
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