Página:Orgullo y prejuicio - Tomo II (1924).pdf/231

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
229
 

Y aunque él protestó de semejante palabra, conoció ella que había estado muy en su lugar.

—La tarde anterior a irme a Londres—dijo él—le hice una confesión que debí haberle hecho desde larga fecha. Díjele cuanto había ocurrido para cambiar en absurda e impertinente mi anterior intromisión en sus asuntos. Su sorpresa fué grande: jamás había abrigado la menor sospecha. Manifestéle además haberme engañado al suponer, cual supusiera, que le era indiferente a su hermana de usted, y en cuanto pude notar que su afecto hacia ella no había disminuído no abrigué duda sobre su mutua felicidad.

Isabel no pudo menos de sonreírse por ese fiel modo de guiar a su amigo.

—Cuando le dijo usted que mi hermana le quería, ¿habló usted por observación propia o tan sólo por mi información de la primavera pasada?

—Por lo primero. Observéla minuciosamente durante las dos últimas visitas que hice aquí y quedé convencido de su afecto.

—Y supongo que su afirmación de usted convencería a él al punto.

—Así fué. Bingley es muy modesto, sin afectación ninguna. Su desconfianza ha impedido que se fiase de su propio juicio en caso de tal monta; pero su sumisión al mío lo facilitó todo. Tuve que confiarle una cosa que durante algún tiempo, y no sin justicia, le molestó. No pude permitirme ocultarle que su hermana de usted había estado tres meses en la capital en el pasado invierno, que yo lo sabía