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formado, que le resultaba casi imposible aparecer pasaderamente contenta.

Las invitaciones a Rosings fueron tan frecuentes durante la última semana de su estancia como lo fueran al principio. La misma última velada la pasaron allí, y Su Señoría de nuevo interrogó al menudo sobre las particularidades de su viaje, dióles instrucciones sobre el modo mejor de arreglar los baúles, y de tal manera insistió en la necesidad de colocar los vestidos que tenía sólo por bueno, que María se creyó obligada a su regreso a rehacer todo el trabajo de la mañana y volver a hacer su baúl.

Cuando salieron, lady Catalina se dignó desearles feliz viaje, invitándolas a volver a Hunsford el año próximo, y la señorita de Bourgh se esforzó hasta el punto de hacer a ambas una inclinación y ofrecerles su mano.

CAPITULO XXXVIII

El sábado por la mañana Isabel y Collins se unieron para almorzar minutos antes de que los demás compareciesen, y él aprovechó la oportunidad para hacerle los cumplidos de despedida, los cuales juzgaba necesarios en absoluto.

—Ignoro, Isabel—le dijo—, si la señora de Collins te ha expresado en cuánto aprecia tu amabilidad por venir aquí; mas estoy bien seguro de que no abandonarás esta casa sin recibir por ello