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mas; y su madre, con modales tan alejados de lo debido, era por completo insensible al peligro. Isabel se había concertado a menudo con Juana para tentar de reprimir la imprudencia de Catalina y Lydia; pero mientras éstas estuvieran sostenidas por la indulgencia de su madre, ¿qué probabilidades había de mejora? La debilidad de ánimo de Catalina, irritable y sometida en absoluto a la dirección de Lydia, habíase sublevado siempre contra sus advertencias; y Lydia, voluntariosa y desenfadada, apenas les había dado oídos. Eran ambas ignorantes, perezosas y vanas. Mientras quedara un oficial en Meryton coquetearían con él, y mientras Meryton estuviera a corto paseo de Longbourn irían siempre.

Su ansiedad por Juana era otro asunto predominante; y la explicación de Darcy, al reponer a Bingley en su primitiva buena opinión, hacíale comprender mejor lo que Juana había perdido. Veíase que el afecto de él había sido sincero y su conducta libre de toda tacha, a no ser que se le atacase por su ciega confianza en su amigo. ¡Cuán triste le era, pues, el pensar que de situación tan apetecible por todos conceptos, tan llena de ventajas, tan prometedora de dichas, había sido privada Juana por la locura y carencia de decoro de su propia familia!

Cuando a esos recuerdos se añadía el del verdadero carácter de Wickham, con facilidad se podría haber creído que la bendita alegría que rara vez había faltado en ella, de tal manera se había trans-