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a la criada si Pemberley era sitio muy bonito, cuál era el nombre de su poseedor, y luego, con no pequeño sobresalto, si la familia estaba allí durante el verano. La negativa mejor recibida del mundo siguió a la última pregunta, y habiendo así desaparecido su sobresalto, se encontró dispuesta a sentir viva curiosidad en ver hasta la propia casa, y por eso, cuando se propuso el plan a la mañana siguiente y de nuevo se le preguntó, fuéle posible contestar al instante y con marcado aire de indiferencia que no le disgustaba aquél. Por consiguiente fueron a Pemberley.

CAPITULO XLIII

Cuando se dirigían allí Isabel recibió la vista de los bosques de Pemberley con cierta turbación, y cuando por fin llegaron a la portería, su espíritu se hallaba agitadísimo.

El parque era muy vasto y comprendía gran variedad de tierras. Entraron en él por una de las puertas más bajas y pasearon durante algún tiempo a través de un hermoso bosque que se extendía sobre amplia superficie.

La mente de Isabel estaba sobrado ocupada para conversar; pero veía ella y admiraba todos los parajes notables y todos los puntos de vista. Subieron gradualmente durante media milla, encontrándose a la postre sobre una considerable eminencia donde el bosque se interrumpía y donde