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ORGULLO Y PREJUICIO


CAPITULO XXXV

Isabel se despertó a la mañana siguiente con los mismos pensamientos y cavilaciones con que había cerrado los ojos. Aun no podía reponerse de la sorpresa de lo acaecido; no le era dado pensar en otra cosa; e inutilizada en absoluto para todo, en cuanto se desayunó resolvió dedicarse a tomar el aire y hacer ejercicio. Se encaminaba en derechura a su paseo favorito cuando, al recordar que Darcy iba alguna vez por él, so detuvo, y en lugar de entrar en el parque tomó el camino que conducía lejos do la carretera de entrada. La empalizada del parque era el límite de uno de sus costados, y pronto atravesó una de las puertas que daban acceso a la finca.

Después de pasar dos o tres veces por esa parte del camino entró en tentación, por lo delicioso de la mañana, de detenerse a la puerta y contemplar el parque. Las cinco semanas que llevaba en Kent habían transformado mucho la campiña, y cada día verdeaban más los árboles tempranos. A punto estaba de continuar su paseo, cuando vislumbró