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No puede ser por mí, no puede ser por causa mía el que sus modales se hayan dulficado tanto. Mis reproches de Hunsford no podían operar un cambio así. Es imposible que aun me ame.»

Después de pasear algún tiempo de esa guisa, las dos señoras delante y los dos caballeros detrás, al volver a emprender de nuevo el camino, tras un descenso al borde del arroyo, con objeto de contemplar mejor cierta curiosa planta acuática, se efectuó un trueque. Originólo la señora de Gardiner, quien, fatigada por el ejercicio del día, encontraba el brazo de Isabel inadecuado para sostenerla, y en consecuencia prefirió el de su marido. Darcy entonces se situó al lado de la sobrina y siguieron así su paseo. Después de un corto silencio habló ella primero. Deseaba hacerle saber que se había cerciorado de su ausencia antes de llegar a ese sitio, y en armonía con esto, comenzó observando que su llegada había sido inesperada, porque su ama de llaves de usted—añadió—nos había informado de que no vendría usted aquí hasta mañana; y aun antes de salir de Bakewell entendimos que no se le esperaba a usted pronto en el país. El reconoció la verdad de todo eso y dijo que asuntos con su administrador habían motivado que se adelantara algunas horas al resto de la partida con que viajaba.

—Mañana temprano—prosiguió diciendo—se unirán todos conmigo, y entre ellos hay algunos que tienen títulos de relación con usted: el señor Bingley y sus hermanas.