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Darcy; pero siempre que pudo lanzar una mirada notó en él expresión de complacencia general, y en todo cuanto él dijo percibió un acento tan distante de la altanería o del desdén para sus compañeros que vino a convencerla de que la mejora de su modo de ser, de que fuera testigo el día anterior, había continuado por lo menos en el siguiente. Al verle así solicitando el trato y procurándose la buena opinión de gentes cuya conversación unos meses antes habría sido para él una desgracia; al encontrarlo tan cortés nc sólo con ella, sino con los mismos parientes que abiertamente había menospreciado, y recordar a la par la última escena habida con él en la abadía de Hunsford, la diferencia, el cambio que notaba era tan grande y con tal fuerza hería su mente, que a duras penas pudo impedir el hacer visible su asombro. Nunca, ni aun en compañía de sus amigos de Netherfield o de sus encopetadas parientas de Rosings, lo había hallado tan ansioso de agradar, tan ajeno a darse importancia ni a mostrarse reservado como lo estaba ahora, aun sin poder tener importancia el buen éxito de su esfuerzo, y por más que el trato de aquellos a quienes dirigía sus atenciones habría sido censurado y hasta ridiculizado así por las señoras de Netherfield como por las de Rosings.

Los visitantes permanecieron allí alrededor de media hora, y cuando se levantaron para despedirse, Darcy invitó a su hermana a unírsele para expresar su deseo de tener a comer en Pemberley a los señores de Gardiner y a la señorita de Bennet