Página:Orgullo y prejuicio - Tomo I (1924).pdf/118

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
116
 

da que contenta por ese efecto de sus encantos, no pasó mucho sin que su madre le diera a entender que la probabilidad de su matrimonio le era por extremo grata. Isabel, no obstante, no quiso darse por aludida, por estar convencida en absoluto de que la consecuencia de replicar sería una fuerte disputa. Collins no haría nunca tal proposición, y hasta que la hiciera era inútil disputar sobre eso.

Si no hubiera sido por prepararse un baile en Netherfield y por hablar del mismo, la menor de las señoritas de Bennet se habría visto en situación bien desgraciada por aquel entonces, porque desde el día de la invitación vino tal racha de lluvias que impidió el ir a Meryton una sola vez. No se pudo ver a la tía, ni a los oficiales, ni andar a caza de noticias, y aun los preparativos para Netherfield tuvieron que procurárselos por encargo. Hasta Isabel hubo de ensayar su paciencia con el tiempo que hacía, que suspendió totalmente el progreso de su relación con Wickham; y nada que fuese inferior a un baile del martes pudiera haber hecho soportables a Catalina y Lydia un viernes, sábado, domingo y lunes como aquéllos.

CAPITULO XVIII

Hasta que Isabel penetró en el salón de Netherfield y buscó en vano a Wickham entre el grupo de casacas rojas que allí se veían reunidas jamás le había ocurrido dudar de que estaría presente. La se-