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sorprendido sobremanera. Todos los de la casa han abandonado Netherfield a estas horas y se encuentran en camino para la capital, sin intención de regresar. Escucha lo que dice.

Leyó entonces en alta voz el primer párrafo, que contenía la noticia de que acababan de resolver seguir a su hermano a la capital, y donde exponía su intención de comer aquel día en la calle de Grosvenor, en la cual el señor Hurst tenía su casa. Lo siguiente estaba concebido de esta suerte: «No siento nada de lo que dejo en el condado de Hunsford, excepto tu compañía, amiga queridísima; pero espero gozar muchas veces en lo por venir de los deliciosos coloquios que hemos tenido, y entre tanto podemos aminorar la pena de la separación con frecuentes y efusivas cartas.» Todas esas elevadas expresiones las escuchó Isabel con cuanta insensibilidad proporciona la desconfianza, y aunque le sorprendía la rapidez de la marcha, no veía nada que lamentar en puridad; no podía suponerse que la ausencia de ellas de Netherfield pudiera impedir que Bingley estuviera ahí, y en cuanto a la pérdida de la compañía de ellas, estaba persuadida de que Juana cesaría pronto de tenerla en cuenta con el placer de la de él.

―Es lástima ―dijo tras corta pausa― que no puedas ver a tus amigas antes de que abandonen el campo. Mas no podemos esperar que el período de futura dicha a que se refiere la señorita de Bingley llegue antes de lo que ella se figura y que la deliciosa relación de quienes han tratado como ami-