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mitido al privilegio de oírla podrá pensar que le falta a usted algo. Ninguno de nosotros hace comedias ante desconocidos.

Aquí fueron interrumpidos por lady Catalina, quien preguntó de qué hablaban. Isabel al instante volvió a tocar. Aproximóse aquélla, y tras de escucharla durante algunos minutos dijo a Darcy:

―La señorita de Bennet no tocaría mal si practicase más y si hubiera tenido las ventajas de un buen profesor de Londres. Tiene buen concepto de lo que es teclear, aunque su gusto no llega al de Ana. Ana habría sido una deliciosa ejecutante si su salud le hubiera permitido aprender.

Isabel miró a Darcy para observar su cordial asentimiento al elogio de su prima, que aquélla esperaba; pero ni en aquel momento ni en ningún otro pudo discernir ningún síntoma de amor; y de la totalidad del proceder de él con la señorita de Bourgh dedujo este consuelo para la de Bingley, a saber: que le habría gustado casarse con ella si hubiera sido su parienta.

Lady Catalina continuó sus advertencias relativas a la ejecución de Isabel, mezclándolas con instrucciones numerosas sobre la ejecución y el gusto. Isabel las recibió con cuanta paciencia es patrimonio de la cortesía, y a petición de los caballeros siguió tocando hasta que estuvo puesto el coche de Su Señoría y los llevó a todos a su casa.