dar allí donde se presentase; Darcy ofendía de continuo.
La manera como hablaron de la reunión de Meryton fué suficientemente característica. Bingley jamás se había hallado con gente más agradable ni con muchachas más bonitas; todo el mundo había estado atento y afable con él; allí no había habido etiqueta ni tiesura; y en cuanto a la mayor de las Bennet, no podía concebirse ángel más bello. Darcy, por el contrario, había visto una colección de personas donde aparecía escasa belleza y ninguna elegancia, por ninguna de las cuales sintiera el menor interés, así como de ninguna recibiera atenciones ni satisfacción. Reconocía que la mayor de las Bennet era bonita; pero notaba que se sonreía demasiado.
La señora de Hurst y su hermana concedían que así era; pero admiraban a dicha señorita y les gustaba, declarándo la muchacha dulce y de quien no rechazarían mayor intimidad. Así, pues, Juana quedó tenida por muchacha dulce, y Bingley, autorizado con semejante recomendación para pensar en ella a sus anchas.
CAPITULO V
A poca distancia de Longbourn habitaba una familia con la cual las Bennet tenían especial intimidad. Sir Guillermo Lucas había pertenecido primero al comercio de Meryton, y quedó elevado al rango