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al ver el mucho afecto y la solicitud que mostraban por Juana. El médico vino, y tras de examinar a la paciente, dijo, como puede suponerse, que había pescado un fuerte enfriamiento y que debían esforzarse en curarlo; le prescribió que volviese a la cama y algunas pociones. Lo prescrito se cumplió inmediatamente, pues los síntomas de fiebre aumentaban y la cabeza le dolía mucho. Isabel no abandonó la estancia ni por un momento, ni las otras señoras estuvieron ausentes mucho rato; los caballeros salieron de casa, pues, en efecto, nada tenían que hacer en ningún sitio.

Cuando sonaron las tres, Isabel comprendió que debía marcharse, y, muy contra su deseo, lo manifestó así. La señorita de Bingley le ofreció el coche, y sólo aguardaba aquélla ver algo de insistencia para aceptarlo, cuando Juana exteriorizó tal pesar en separarse de ella, que la señorita de Bingley se vió obligada a trocar su ofrecimiento de coche por una invitación a quedarse en Netherfield por el momento. Isabel aceptó muy agradecida, y se despachó un criado a Longbourn para notificar a la familia la situación y traer alguna provisión de ropas.

CAPITULO VIII

A las cinco, las dos señoras de la casa se fueron a vestir, y a las cinco y media fué llamada Isabel para comer. A las corteses preguntas que le diri-