-156 ORIGEN DE LAS ESPECIES pan un lugar bajo en la escala de la naturaleza, y tenemos ra- zones para creer que tales séres se modifican más lentamento que los altos; y esto dará tiempo para la emigracion de las es- pecies acuáticas. Tampoco tenemos que olvidar la probabilidad de que muchas formas de agua dulco se hayan extendido en otros tiempos de un modo contínuo sobre áreas inmensas, y que despries hayan llegado á extinguirse en puntos interme- dios. Pero la extensa distribucion de las plantas y de los ani- males inferiores del agua dulce, ya retengan la misma forma idénticamente, ya estén algun tanto modificados, depende al parecer en gran parte de la vasta diseminacion que de sus se- millas y huevos hacen los animales, y más especialmente los pá- jaros de agua dulcc que tienen una gran potencia de vuelo, y viajan naturalmente de un punto en que hay agua á otro. De los habitantes de las islas oceánicas. Llegamos ahora á la última de las tres clases de hechos que he escogido por ser los que presentan las mayores dificultades con respecto a la distribucion, segun la hipótesis de que no so- lamente todos los indivíduos de la misma especic han emigrado de algun área determinada, sino que las especies inmediatas, aunque habiten ahora los puntos más distantes, han procedido de una sola region, lugar de nacimiento de sus primeros pro- genitores. Ya he dado las razones que tengo para no creer en extensiones continentales dentro del período de las especies existentes en una escala tan enorme, que todas las muchas is- las de los diferentes océanos quedaran así pobladas con sus actuales habitantes torrestres. Esta opinion hace desaparecer muchas dificultades, pero no está de acuerdo con todos los hc- chos concernientes a las producciones de las islas. En las si- guientes observaciones no me limitaró á la mera cuestion de la dispersion, sino que consideraré algunos otros casos que tienen que ver con la verdad de las dos teorías; la de la creacion in- dependiente, y la de la descendencia con modificacion. Las especies de todas clases que habitan las islas occánicas son pocas en número, comparadas con las de áreas continen- tales iguales; Alfonso de Candolle admite esto para las plan- tas, y Wollaston para los insectos. La Nueva Zelanda, por ejemplo, con sus elevadas montañas y diversificados sitios, quo