y en lo que hace al resultado final que ha obtenido lo ha hecho casi inconscientemente. Ha consistido en cultivar siempre la mejor variedad conocida, sembrando su semilla, y cuando ha acertado á salir una variedad algun tanto mejor, era esta la que sembraba, y así sucesivamente. Pero los jardineros del periodo clásico que cultivaron las mejores peras que pudieron procurarse, nunca imaginaron qué expléndida seria la fruta que nosotros comeriamos; aunque nosotros debamos nuestra excelente fruta, en parte á que ellos escogieron naturalmente y conservaron las mejores variedades que pudieron encontrar.
Una gran suma de cambios lenta é inconscientemente acumulados explica á mi juicio el hecho bien conocido de que en un número de casos no podemos reconocer, y por lo tanto, ignoramos los troncos silvestres, orígenes de las plantas que han sido desde más antiguo cultivadas en nuestros jardines y huertas. Si se han necesitado cientos ó miles de años para mejorar o modificar la mayor parte de nuestras plantas hasta su tipo actual de utilidad para el hombre, podemos entender como ni Australia, ni el Cabo de Buena-Esperanza, ni otra region alguna habitada por el hombre completamente incivilizado nos ha dado una sola planta que valga la pena de cultivarla. No es que estos países tan ricos en especies no posean por extraña casualidad los troncos orígenes de plantas útiles, sino que las plantas del país no han sido llevadas por la seleccion continuada hasta un punto de perfeccion comparable con la adquirida por las plantas en países antiguamente civilizados.
Con respecto á los animales domésticos del hombre incivilizado, no debe perderse de vista que tienen casi siempre que buscarse su propio alimento, al ménos, durante ciertas estaciones. Y en dos países de circunstancias muy diferentes, indivíduos de la misma especie que tengan constituciones ó estructuras ligeramente distintas, se lograrian mejor en un país que en el otro; y así con un procedimiento de seleccion natural, como explicaremos más extensamente más adelante, podrian llegar á formarse dos sub-razas. Quizás esto explica en parte por qué las cualidades que tienen los animales domésticos de los salvajes, como ya lo han notado algunos autores, tienen más carácter de verdaderas especies que las variedades existentes en países civilizados.