potlán, cuando nos encontramos en la cumbre de una serie de montañas quebradas, en una localidad famosa por su bandolerismo. Los bandidos, que han sido tan implacablemente perseguidos y están ahora siendo exterminados, anteriormente, rara vez permitieron a un viajero pasar este punto sin robarlo. A lo largo de toda la carretera de Zapotlán, habíamos notado grandes cruces de madera al borde del camino. Cada una de estos cruces llevaba una inscripción dando la de fecha del asesinato de algún viajero por los bandoleros, y hechos que se podrían conocer con respecto a él, con una solicitud a los viajeros de orar por el descanso de su alma. Estas cruces estaban casi en cada caso, adornadas flores con frescas, aunque eran a menudo de gran edad, a juzgar por manchas del clima y su condición cubierta de musgo.
Por pasajes de Byron Childe Harold, nos enteramos que esta costumbre se observa en toda España, y sé, por observación personal, que es común en toda la América española. En territorio Apache de Arizona, muchas veces vi a los pobres mineros mexicanos permanecer por horas, para erigir una Cruz burda de piedra sobre los restos de algunos de víctima de los salvajes implacables, aunque personalmente no lo conocían, y no sabían nada de su historia, sólo juzgando por su apariencia que era un cristiano.
Estos caballeros del camino todavía son numerosos y audaces. Sólo recientemente secuestraron a un caballero en la noche en las calles de Zapotlán, y huyeron con el a las montañas, donde le mantuvieron prisionero hasta que sus amigos juntaron y les enviaron mil dólares en moneda; y unos días antes, atacaron y derrotaron la guardia que acompañaba al hermano del Sr. Oetling, cónsul de Alemania del Norte en Colima, a unas pocas millas de Sayula, y el sólo se salvó por la ligereza