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LOS RECLUSOS DEL HOSPICIO.

sirviente de casa, esposo o esposa. Es supervisado por las hermanas de la caridad, de quienes hay unas veinte en el establecimiento, y es manejado con una economía y habilidad, maravillosa de presenciar. En sus dieciséis departamentos diferentes a la vez, hospital de infantes abandonados, escuela reformatoria, escuela juvenil, asilo de huérfanos, asilo de ancianos e indigentes, preparatoria para niñas y niños, escuela de Artes, taller, colegio y hospital.

En un departamento vimos treinta infantes abandonados, dos de los cuales recién habían sido traídos, todos blancos y la mayoría de ellos presentando características de delicadeza afeminada, indicando "sangre azul". Los indios, y la gente con parte de sangre India no tiran a sus hijos en las calles, para ser comido por perros y cerdos, ya sean nacidos dentro o fuera de matrimonio legal. Están bien vestidos, atendidos por mujeres indias, y bien cuidados. En otra sala había ciento cinco hombres, detenidos por la policía, por vagabundos en las calles, y enviados aquí a reformarse. Ellos entrenaban como soldados cuando llegamos. La Ciudad paga seis y un cuarto centavos por cada uno, por día, para el apoyo de estos chicos, y todos tienen que aprender oficios útiles antes de salir de la institución. Noté entre los niños, muchos que habían perdido uno o ambos ojos, y me dijeron que en los pueblos indios no es raro que los padres mutilen así sus hijos en la infancia, para ajustarlos a mendigar, o para que puedan evitar el servicio militar.

En otra sala vimos mujeres viejas, algunas de ellas de ochenta a cien años, y niñas de débil intelecto, sentadas en el y sol haciendo labores menores como coser o tejer, y en una habitación contigua, un grupo de niñas ciegas ocupadas en moler maíz medio cascado, con el metate haciendo tortillas, con una dulce