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CASA DE ÓPERA Y TEATRO.

del edificio, y tiene sillas de brazo baratas. Admisión a palcos es un dólar, y al parquette setenta y cinco centavos cada uno.

Asistimos una noche por invitación, y encontramos una bien vestida y elegante, pero no grande audiencia. Una empresa de Cuba interpretó el "Dominó Azul", en buen estilo, y tan efectivamente como las circunstancias permitía. El diálogo del canto fue en español, y la música de carácter nacional. El público, hombres y mujeres, dejaron los palcos y pasó a las galerías, charlando, y fumando cigarritos y bebiendo bebidas de jarabe con sabor de fruta entre los actos. Los viejos—siempre tratados con gran respeto aquí—y gente de edad media y jóvenes ocuparon sus asientos en los mismo palcos, y parecía no haber ninguna distinción por riqueza o vestuario. La ópera está mal iluminada con lámparas de aceite suspendidas sobre cada palco, y el efecto general es muy empañado en consecuencia. La casa solo da ingresos de seis mil dólares anuales a la ciudad, y desde luego cuando el dinero se presta a cinco por ciento mensual, no paga como una inversión pecuniaria.

En otra tarde asistimos una vez más, por invitación especial, se presentaba el "Valle de Andorra," en honor del Sr. Seward. Los palcos, que suelen ser ocupadas por las clases adineradas que se inclinan por el imperialismo, estaban sólo parcialmente llenas, pero había una gran variedad de belleza, y las galerías estaban llenas de gente con el elemento republicano. Los "Mochos", evidentemente odian a los hombres del Norte, mientras la gente común los tiene por bienvenidos. No hay en Guadalajara melodeones bajos como con nosotros, y con excepción de la plaza de toros, no hay otros lugares de diversión pública interior en la ciudad.