El cacique bandolero, entonces, no sólo le dio de regreso esa cantidad pero agregó que un agradable portamonedas que recién había tomado, con otros de la misma clase, de un vendedor alemán, diciéndole que le resultaría útil para evitar perder el pequeño cambio fuera de su bolsillo mientras dormía en la noche. Luego le dijo al grupo que cerca de una barranca sería detenido por la banda que tenía el control de ese de extremo el camino, a cuyo líder, estaba dirigido este pase. A su debido tiempo encontraron la otra banda, presentaron el pase, y no sólo les permitieron continuar sin abuso deshonesto, pero realmente les proveyeron con un caballo fresco para remplazar un cojo uno que se había rendido en el camino, sin demandar "botín". Es cierto que el caballo, probablemente, no le costó a los bandidos, y que podían ser liberales; aun así, fue un acto de cortesía de su parte, por lo que el grupo se sintió debidamente agradecido. Tengo un prejuicio de ser robado por alguien, pero si yo debo ser robado, que sea por un ladrón mexicano, por todos los medios.
El negocio de secuestro o llevarse a viajeros a las montañas y secuestrarlos para pedir rescate, y asesinarles si la cantidad exigida no llega, ahora tan activo en México, es de origen moderno y una innovación extranjera. Hace unos pocos años que el gobierno mexicano pagó una cuantiosa suma para la importación de una colonia italiana de doscientos hombres, que deberían introducir la cultura de la seda, y estimular la industria en muchas nuevas ramas en México. Estos doscientos italianos cada uno trajeron un órgano de mano, y llevó el negocio de moler "mooshic" a las calles, inmediatamente. Cuando fue establecido, ellos tomaron otras ocupaciones. Algunos de que ellos habían estado anteriormente
