que habría desafiado a los espíritus guardianes de los hermanos Davenport para liberarlo.
El oficial, a continuación, le dijo a la mujer que enrollara la ropa en un paquete y la atara, lo cual hizo; luego ordenó al ladrón que la cargara en sus manos y la llevara, lo cual se negó a hacer. Acto seguido hizo una vuelta con la soga, y la pasó por el de cuello del ladrón, obligándolo a llevarla en la espalda. Al montar su caballo, su ayudante amarró la soga a su silla de montar con la soga que el culpable tenia amarrada a los codos, y le dijo ¡vamos! inmediatamente. El oficial cabalgó en su caballo, con el ladrón al final su soga llevando el paquete sobre su espalda, y caminando al lado del caballo, la mujer dueña de la ropa y aquellos que eran queridos como testigos siguiéndolos, y el policía a pie cerrando la retaguardia. Esa noche la mujer regresó con la ropa, y dijo que el ladrón había sido juzgado, condenado, y condenado a seis meses en cadena de presidiarios.
El gran volcán Popocatépetl es el más grande y más llamativa característica del glorioso panorama de México. Visto desde el Castillo de Chapultepec, o las residencias de los barones o los Escandón, en Tacubaya, es mucho más allá del poder de la lengua para describirlo, que sólo los mejores escritores harían el intento. Sólo aquellos que se han sentado durante horas y horas, absortos, en superada belleza y grandeza de la escena, pueden acercarse hacia su apreciación.
Algunos historiadores relatan, que Cortés, habiendo agotado su suministro de pólvora en el asedio de México, escaló la altura del Popocatépetl, y descendiendo al cráter obtuvo de ahí una cantidad de azufre, con lo que él fabricó suficiente pólvora de la mejor