calidad para permitirle continuar el asedio a un cierre triunfante. Pero Bernal Díaz de Castillo, quien estuvo con el todos los días desde el momento de su desembarco en Yucatán, hasta que se consumó la conquista definitiva del país hasta el istmo de Tehuantepec, no hace mención de este hecho; y como su historia es la única existente no hecha de tradiciones vagas, rumores o mentiras absolutas, sin respaldo, la historia bien puede ser dudada.
He conocido hombres, en años pasados, que profesaban haber estado parados al borde del cráter del volcán Popocatépetl; pero como ya vi la montaña, y conversé con General Gaspar Sánchez Ochoa—un ingeniero completamente competente, dueño de la inmensa finca en la que se encuentra, y hecho el único levantamiento real de este estupendo trabajo de la mano del todopoderoso, que nunca se ha hecho—sé que algunos eran sólo mentirosos y presumidos vanos.
El Sr. Seward estaba muy deseoso de ascender la montaña, pero el General Ochoa, aunque ofreciendo poner todas las facilidades a su disposición, le dijo francamente que el esfuerzo era tal que un hombre sus años y flaquezas no debería hacer, y él no podía prever resultados afortunados en caso de que lo intentara. Con esto, la expedición propuesta fue abandonada.
El editor de la Revista Literaria de México, preparó y publicó un valioso artículo y muy interesante sobre el tema, una parte del cual se ha traducido, y se leerá en los Estados Unidos con interés suficiente para justificar su inserción aquí:
Este inmenso pico Nevado asciende desde el centro de la meseta del Anáhuac, y en base tiene varias leguas de circunferencia: sus laderas comienzan a una altura de ocho