cir que estas emociones agradecidas han traido con ella una preocupación algo dolorosa por quienes me han otorgado esta generosa bienvenida, podría, a patriotas con disposición de menos confianza, parecer que incurrieron en la falta de olvidar los intereses de su propio país, al extender su hospitalidad a un extraño. Me he acostumbrado a estudiar y contemplar el comercio de las costas del Atlántico y Pacífico de los Estados Unidos, la atestada riqueza del Valle del Mississippi y los dorados tesoros de las montañas rocallosas y la Sierra Nevada, y, creo, sin haber despertado una sospecha de codicia personal. No creo que sea necesario, por lo tanto, renunciar al indigno motivo de mi visita aquí, cuando, por primera vez, de pie entre las minas de Guanajuato, Potosí, y Real del Monte, y contemplando con asombro y admiración los granos, y frutas, y flores de del templado aunque tropical México. Tan poco, tal vez, necesito rechazar ambición individual común como motivo mi visita a México. Ciertamente, yo debo saber ahora, si yo nunca lo supe antes, que la gente de México reserva sabiamente lugares políticos y honores no para aventureros extranjeros, sino para sus propios ciudadanos patriotas y leales.
¿Pero que deberá decirse de la ambición de los Estados Unidos, y de mi supuesta participación en esa ambición? Ciertamente, sólo necesita ser dicho esto, que si bien esa ambición siempre es menor que la que podría inspirar a mi Gobierno, yo soy ni su agente ni en cualquier sentido su representante. ¿Pero que se puede decir de la ambición de Unidos Estados como nación, y de mi propia complicidad con ella? En este punto contesto con una confesión franca y completa. La gente de los Estados Unidos, por un instinto que es un peculiar regalo de la providencia a las Naciones, ha comprendido mejor que incluso su Gobierno hizo alguna vez todavía, los benignos destinos del continente americano y de su propia responsabilidad en esa importante cuestión. Ellos saben y ven claramente, que aunque la colonización, e iniciación de la civilización en toda parte de este continente fue asignado a los Estados monárquicos europeos, sin embargo, en el perfeccionamiento de la sociedad y civilización aquí, toda parte del continente debe tarde o temprano