y el Palacio que Hernán Cortés construyó y ocupó, ahora una casa de empeño nacional.
Luego entramos en la Capilla que Maximiliano hizo arreglar para la coronación que nunca ocurrió, y vi los asientos con cojines en que él y su emperatriz se sentarían durante los servicios. Luego en otra y más pequeña Capilla, y de allí, a los grandes cuartos de almacén donde están apilados como tanta basura inútil, los atavíos costosos que adornaban las personas de los actores y el escenario en el que se pavonearon en su pequeña horas, en la última gran farsa imperial nuestro tiempo—¡de todos los tiempos, confío!
En una habitación hay numerosas pinturas, y madera, mármol, y decoraciones de yeso dorado parisinas del Palacio de Chapultepec. Hay dos fotos de cuerpo completo de Maximiliano en sus trajes imperiales, uno pintado en Múnich, el otro en México. En cada uno, el artista le dio una belleza casi femenina a su frente y ojos, y los bigotes rubios es lo mismo; pero la boca gruesa, débil desafió todos los esfuerzos para suavizarla y ablandarla, y ambos artistas sabiamente lo representaron con toda su asquerosa deformidad.
También hay una foto de Carlota de cuerpo completo, que tanto se asemeja a las bonitas imágenes de Eugenie, de moda hace unos veinte años, como para llevar a la de sospecha que se usó el mismo modelo para ambas.
