se cubrió, y se pavoneó en su corta hora sobre el escenario.
Probablemente es mejor como es, y Maximiliano sirvió el mundo mejor como material con que "apuntar a la moral, y adornar un cuento," que él podría nunca haber hecho como un estadista y un gobernante por "derecho divino"; sin embargo, uno no puede dejar de sentir un toque de lamento, al pararse en medio de estas ruinas, y reflexionar sobre la amplia diferencia entre el hecho triste, y la posibilidad más brillante; lo que fue, y lo que pudo haber sido.
Los archivos contienen los decretos y otros documentos emitidos por cada uno de los diferentes gobiernos y administraciones de México, desde la conquista española, hasta el presente día, con la única excepción de los del Imperio de Maximiliano, que son ignorados y tratados como sin validéz o importancia en absoluto. Todos los documentos que emanan de ese origen se mantienen separados, como sin tener ninguna parte en la historia legítima de México. Entre ellos hay uno que debe mantenerse como una completa respuesta e irrefutable, a todos los cargos de crueldad y severidad desmedida por parte de México y la administración de Juárez, en la cuestión de la ejecución de Maximiliano. La acto fue denunciado en términos sin medida por simpatizantes de la monarquía, y los admiradores de la realeza en los Estados Unidos y Europa, e incluso por hombres cuyos instintos naturales y educación les han llevado, en todas las demás cuestiones, para tomar el lado del pueblo contra quienes pretenden gobernar por "derecho divino", que han sido hasta ahora engañados por declaraciones falsas y perversión de hechos, hasta caracterizarlo como un asesinato.
Veamos los hechos: Maximiliano llegó a México por invitación de Napoleón III., respaldado por bayonetas francesas