la encontraron ilesa, y la bautizaron como "Nuestra Señora de los Remedios". Le construyeron una gran Iglesia, y fue la santa patrona de México, hasta que surgió la Guadalupe para disputarle la devoción la población. La Guerra fue larga y amarga, pero los indios superaban en número los españoles diez a uno, aunque conquistados, y no tenían un solo santo indio en el calendario—no tienen uno a la fecha, aunque muchos santos han sido canonizados en México—y una Virgen de piel oscura era algo por lo que valia la pena luchar. Triunfó la Guadalupe, y hasta el día de hoy su santuario es buscado anualmente por indios todo el México Central, mientras que Nuestra Señora de los Remedios está casi desierta.
Después de la tercera aparición, la Virgen de Guadalupe se apareció a los demás, y dirigió donde cada estructura debía ser levantada. En la parte superior de la colina, donde primero se apareció a Juan Diego, levantaron a una magnífica Capilla en su honor: al pie de la colina donde salió el manatial, levantaron una Capilla sobre el pozo, y una Iglesia pequeña pero costosa en la parte posterior; y donde ella entregó las rosas encerrando la imagen milagrosa, se construyó una Iglesia que, aunque despojada de mucha de su antigua riqueza de oro y plata, todavía es una mina de los metales preciosos, una maravilla para visitantes de todas partes del mundo, y en los ojos los pobres indios de Mexico el santuario más sagrado en la tierra.
Durante dos siglos, no era nada raro ver a cien mil personas reunirse alrededor de la Iglesia y Capillas de Guadalupe en el aniversario de su aparición a Juan Diego, y del 1 al 15 de diciembre, el lugar fue uno de entretenimiento diario para miles y miles de devotos adoradores. Un
