Señor Don Antonio Mancillas, diputado al Congreso del estado de Zacatecas, con su bella joven esposa, acompañó al grupo hasta Puebla.
El ferrocarril de México a Puebla—cerca de ciento dieciséis millas, inglesas,— es de primera clase en todos los sentidos, y una parte de la ruta se realizó a cuarenta y cinco millas por hora. En el "jefe de tráfico," Sr. Geo. Gliddon, quien esta en control de la operación de todos los trenes, y acompañaba al grupo, reconocí a un viejo amigo, a quien había conocido en el sur antes de que la ultima "pequeña desplacentera" envió uno de nosotros a un lado del continente, y el otro a las filas del ejército rebelde. Los ingenieros también eran estadounidenses, y conocen su negocio. Las locomotoras y carros son de fabricación Americana, aunque la vía fue construida, es propiedad de y administrada por una compañía inglesa.
La vía sale de la Ciudad en dirección noreste, pasando por la famosa antigua Iglesia de Guadalupe, y a lo largo de las orillas del lago de Texcoco; luego hace un largo desvío, y corre en dirección sureste a Puebla, a través de un valle en campo bordeado por altas montañas completamente todo el camino. La distancia por carretera de carro es sólo veinticuatro o veintisiete leguas españolas, pero el ferrocarril, con el fin de evitar las pesadas subidas, toma la ruta tortuosa más larga. Por las primeros cincuenta millas el país campo es relativamente seco y pobre, y el camino atraviesa un campo casi ininterrumpido de aloe o maguey, planta que no requiere ningún cultivo, y paga mejor que cualquier otro cultivo sobre tal terreno. Aunque la planta produce materiales para cuerda, cordeles, tela, techos para casas, etc., etc., se utiliza, casi exclusivamente, para la fabricación de la inmundicia ligeramente embriagadora llamada pulque, que es una bebida básica para las clases bajas
