ordenando, a nombre la República de Tlaxcala, ochenta mil hombres selectos, para marchar con Cortés contra México. Esto fue traducido por orden del mismo Cortés. Otros documentos bellamente iluminados, firmados "Yo el Rey" y del tiempo de la conquista, hay en abundancia, con cientos de fechas posteriores, apenas menos interesante. Podríamos haber pasado días mirando estos curiosos antiguos registros del muerto y ahora casi olvidado pasado, pero sólo tuvimos una o dos horas a nuestra disposición.
Entre las curiosidades en esta sala, está el tambor de guerra de los tlaxcaltecas, de oscura madera, dura, como de granadilla (rosewood) curiosamente tallada y ahuecado de un madero, de unas treinta pulgadas de longitud y seis u ocho de espesor, del cual Prescott dio una buena ilustración y descripción completa. Quedan dos labios en la superficie, tienen lo suficiente para emitir notas musicales definidas cuando se golpea con la mano, o con un palo, y el instrumento, en la mano de un profesor de primera clase de música tlaxcalteca, sin duda la haría producir notas inspiradoras como la gaita escocesa antigua, aunque creo que una de nuestras bandas militares modernos tocando en pleno, sería desalentado.
Un antiguo documento es particularmente ilustrativo del carácter las personas piadosas que extendieron la religión y desolación a través de la tierra de los aztecas. Recita, que después de la conquista, una tribu de tlaxcaltecas acostumbraban traer grandes cantidades de polvo de oro desde algún depósito en las cercanías de la localidad que se negaron a revelar. Le dieron suficiente de este oro a la Iglesia para hacer y pagar por la corona de la Virgen de Guadalupe en México, que costó ochenta mil dólares. Los españoles, excitados de ver esta riqueza, tomaron a algunos de los indios, los amarraron en