festado por los Poblanos, antes de nuestra llegada, y los últimos disturbios religiosos nos hicieron creer que muchas de las declaraciones eran verdad. Pero en cualquier medida que este sentimiento pueda existir entre la clase baja y más ignorante, nunca se manifestó por palabra o hecho, hacia el Sr. Seward o ningún miembro de su grupo. Nos hospedamos y fuimos alimentados suntuosamente durante nuestra estancia, en el "Obispado" o Palacio del Obispo de Puebla, y nada pudo ser más amable y respetuoso que el comportamiento de todas las clases hacia el Sr. Seward y sus amigos. Yo estuve en toda la Ciudad de día y noche, solo, llevaba el uniforme de un oficial de la Guardia Nacional estadounidense, lo cual no dejó ningún lugar de duda o equivocación sobre mi nacionalidad, y siempre tuve el tratamiento más amable. Me informaron que el Gobierno había dado órdenes al General Alatorre y Gobernador Romero, de proteger la congregación protestante en Puebla en su público derecho de adorar a Dios de acuerdo con su propia conciencia, a cualquier costo y bajo toda circunstancia, y que el clero católico, aunque naturalmente opuesta a la innovación en sus costumbres, ejercida a través de más de tres siglos sin disputa, reprendieron fuertemente, cualquier disposición de recurrir a la fuerza y la violencia en contra de la propagación de las—como desde luego deben considerar— doctrinas y prácticas heréticas.
Cuando nos fuimos, todo estaba tranquilo en Puebla, y a menos que las tropas del Gobierno encuentren algunos grave retroceso en la campaña contra las bandas de guerrilleros en la Sierra, el elemento protestante en Puebla es muy probable que no será nuevamente perturbado, o de cualquier manera maltratado, a menos que sean ellos mismos culpables de algún acto imprudente totalmente injustificable.