la gente esta de nuevo viendo con esperanza hacia el futuro. Sin embargo, encontramos tan tranquilo y bien regulado como el cementerio, y no vimos señales de vida, tal como se encontraría en una ciudad estadounidense.
Las nieblas del Golfo de México vienen aquí casi a diario, y llueve, más o menos, casi todas las semanas en el año. La atmósfera es desde luego muy húmeda, y las fiebres son bastante frecuentes y graves.
La mayoría de la carga entre las dos secciones del ferrocarril, se carga a través de las Cumbres, y sobre las llanuras polvorientas a Puebla, o viceversa, en mulas; pero todos los verduras, carbón, productos del campo, cerámica, etc., etc., todavía se carga a este, como otras ciudades, en la espalda de robustos hombres y mujeres indias.
Es maravilloso cuánto pueden cargar estos indios en sus espaldas al trote, y que tan barato lo hacen. Si tienen que transportar una carga dada por veinte millas, incluso al lado del ferrocarril todo el camino, nunca pensarán ponerlo en los coches, lo dividirán en paquetes de tres o cuatrocientos libras, los suben a sus espaldas, y se van a un ritmo igual a la velocidad media de un caballo caminando rápido.
Si salen a una ciudad, con una carga de fruta o verduras para vender en el mercado, no la dejaran en el camino, incluso si les ofrecen el doble del precio en el que se proponen venderla la plaza. Como el negro, quien cuando fue a pescar bagre, fue visto pescando un buen lucio (Esocidae), grande, y deliberadamente le quitó el anzuelo, y lo echó de regreso al agua tan lejos como su fuerza le pudo permitirle lanzarlo, y que, en respuesta a la pregunta en cuanto a su razón para hacerlo, respondió: