de las costas de México, busqué y obtuve, a través de la amabilidad de mis amigos mexicanos y estadounidense, un permiso para visitar, y revisar en todos sus detalles, el Castillo de San Juan de Ulúa.
Acompañado por dos señoras, el Sr. Brennan, y algunos amigos militares, nos embarcamos en la casa de aduana, y remamos a la famosa antigua fortaleza, en una caliente brillante mañana, cuando el mar estaba tranquilo, y el agua tan clara que pudimos ver todos los objetos hasta el fondo. Las aguas de esta costa están llenas de tiburones del tipo más salvaje, y vimos varios de los monstruos grises, cerca de la superficie y con un ojo alerta a la oportunidad de tomar a alguien, mientras remábamos.
Los españoles gastaron millones de millones en la construcción de esta fortaleza, que estaba destinada a servir como protección completa a Veracruz y la carga que se podría reunir aquí, de los ataques de los temidos bucaneros ingleses que desolaban todos los territorios españoles, y haciendo crueldades a sus malaventurados cautivos tan atroces como los que los españoles habían infligido a los desafortunados nativos de la América tropical. Enormes anillos de cobre puro se pusieron en la pared sólida, a lo largo de todo el frente oeste del Castillo al lado de la ciudad, para amarrar buques, bajo la protección de los cañones de la fortaleza. Esos anillos todavía están allí, pero ahora solo son varias toneladas de cobre antiguo, porque el agua esta tan baja que es imposible para cualquier buque grande llegar ahí mas grande que una canoa, si hubiera la necesidad de hacerlo. Los vapores ahora anclan dentro del arrecife, al norte del Castillo, y veleros al sur. El
