Por la invitación del gobernador Cueva, quien es Gobernador interino en lugar del gobernador Ramón de la Vega, este último ausente durante mucho tiempo en ausencia de su Presidente Juárez, visité las escuelas públicas en Colima, en las que él tiene un interés muy loable. Me parecieron bien atendidas, y los alumnos sumamente inteligentes y bien portados. Las escuelas son gratis para todos, y parecen ser apreciadas. Esto es una evidencia del real progreso en México, muy agradable presenciar, y debe convencer a los más escépticos que el mundo se mueve, incluso aquí.
De las escuelas que nos fuimos a la prisión estatal, el prefecto del Estado o municipio, Don Sebastián Fajardo, amablemente nos acompañó mostrándonos todos los puntos de interés. La prisión es custodiada por la guarnición de Colima, que comprende un centenar de tropas regulares, y se utiliza en parte como cárcel o calabozo, así como también una prisión estatal. Es muy antigua, y su construcción sumamente defectuosa, para lo que se refiere a ventilación. Cada sección está separada por una puerta de hierro, de gran fuerza, de la siguiente, y una se cierra antes de abrir la segunda en cada ocasión. Encontré cien y cincuenta y siete presos en total. De estos, la mitad eran borrachos, o autores de delitos ligeros, condenados a trabajar encadenados (chain gang) por un breve tiempo. Muchos de los otros tienen la palabra "perpetua" escrita junto a sus nombres; un pobre, miserable amarrado con hierro, me fue señalado que estaba bajo pena de muerte por un horrible y cruel asesinato. El Gobernador Cueva, quien parece ser un hombre de bien, suave, bondadoso, y misericordioso, me explicó que aún no había firmado la sentencia de muerte, y no le gustaba hacerlo siempre, posponiéndolo mientras sea posible, y después ordenar la