de la que ahora nos estábamos saliendo, y nos pusimos ropa como se usa en San Francisco.
A cada paso del camino nos encontramos con trenes de mulas cargadas con productos del campo, bajando hacia la costa, o estábamos, por horas, mezclados con trenes similares subiendo de la costa al interior.
Los trenes bajando iban cargados con jabón duro de Zapotlán, cerámica de barro burda, frutas, azúcar, etc., pero principalmente, jabón. Los trenes hacia arriba iban cargados con azúcar, arroz, y aguardiente, de lo que parecía no haber fin. Un tren debió haber tenido al menos doscientas cincuenta mulas, cada uno cargado con dos barriles del aguardiente maldito, dieciocho o veinte galones en cada barril. Las pobres mulitas estaban totalmente agotadas de subir y bajar las barrancas y se iban cayendo a intervalos de algunas varas a lo largo de la carretera. Se estima que no menos