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Cuentos y narraciones

ra se acerca, quizás ha sonado ya aquella en que se unirán los pueblos formando una tribu de hermanos. ¡Príncipe! mi padre posee una ciencia, legada á la humanidad por los antiguos magos, la cual consiste en el divino arte de conocerlo porvenir. Mi padre sabe leer en las estrellas el destino de los pueblos; en la piedras la historia de la tierra, escripor el Espíritu que la gobierna y en espejos mágicos lo que ahora sucede en lejanos paises; mi padre sabe lo que ignoran los míseros mortales, y las poderosas y sagradas fuerzas que se ocultan á los ojos de los hombres le obedecen. ¡Estas fuerzas lo han designado á V. para ser el medio supremo de realizar la unión de todos los pueblos!

ta El príncipe quedó aturdido.

La joven sacó rápidamente de debajo de los cojines del divan un rollo, envuelto en un pañuelo de seda.

—He aquí el porvenir de los pueblos: este porvenir se encuentra en sus manos.

En mis manos? exclamó el príncipe y miró con cierto recelo á su interlocutora.

—En sus manos, repitió ésta, recalcando las pa labras mientras desplegaba el rollo, cubierto de caracteres hebraicos —Escuche V. lo que la dicho un siervo del Todopoderoso, dijo la joven, y comenzó á traducir al francés el manuscrito.

(De qué modo llogó á mis manos la tradución del mismo, lo diré después: ahora lo copio sin comentarios.)

VII

Mirrha leyó:

«Gloria al Eterno. Él castiga y recompensa. En sus manos está el destino de los destinos. El humilló la soberbia de los hijos de Aizail y destru-