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Julián Juderías

de la voz de sus discípulos y de las revueltas tripas de los mismos.

El acontecimiento más importante para los escolares de aquel tiempo eran las vacaciones del mes de Julio durante las cuales marchaban á sus casas. Poblábase entonces el camino real de gramáticos, filósofos y teólogos pues el que no tenía casa donde pasar los calores marchaba á la de un compañero o iba á dar lecciones á los hijos de familias ricas, á cambio de un par de botas ó de un traje.

Al modo y manera de los gitanos, comían y dormían á campo raso, llevando el saco al hombro. Los más económicos eran los filósofos que se quitaban las botas para no estropearlas y las llevaban atadas á un palo, sobre todo cuando había barro, porque entonces se remangaban los pantalones hasta la rodilla y se metían en los charcos sin temor á las salpicaduras.

Tan luego divisaban un caserío, abandonaban el camino y aproximándose á la vivienda que mejor apariencia tenía, poníanse á cantar á voz en cuello. El dueño, que solía ser un cosaco, les escuchaba asomado á la ventana y al poco rato lanzaba grandes y lastimeras voces. «Mujer, exclamaba; eso que cantan los estudiantes debe ser muy verdad. Anda y dales tocino ó cualquier otra cosa que tengamos.»

Y una fuente llena de pastelillos de carne, unas cuantas lonjas de tocino, cuatro ó cinco panes y hasta una gallina, iban á parar á las alforjas estudiantiles, cuyos amos, conseguido su objeto se alejaban.

A medida que aumentaba la distancia iba disminuyendo el número de escolares porque la mayoría se quedaba en las casas que se alzaban á uno y otro lado del camino. Solo seguían adelante losque no tenían casa ó los que la tenían más lejos.