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Julián Juderías

á ver desde el día del famoso convite. Al parecer,. los jóvenes no habían simpatizado, puesto que Alejo no había vuelto á parecer por Prilutehin y Lisa se encerraba en su cuarto cada vez que Ivan Petrovitch los honraba con su visita. Gregorio Ivanovith pensó que viniendo Alejo á su casa todos los días fuerza sería que Lisa se enamorase de él. Esto era lo lógico, ya que con el tiempo se arreglan los asuntos más dificiles.

Por su parte, Ivan Petrovich no dudó del éxito de su plan y el día mismo en que supo que las intenciones de su amigo coincidían con las suyas, llamó á Alejo y le dijo después de un instante de silencio:

—¿Cómo es que hace ya tiempo no hablas de ingresar en el Ejército? ¿Será cosa que no te seduzca ya el uniforme de húsar?

—Nada de eso, padre, respondió Alejo. Lo que pasa es que he comprendido que no le gustaba á V. el que yo fuese húsar, y, debiendo someterme á sus mandatos, no he vuelto á hablar del asunto.

—Muy bien, repuso Ivan Petrovitch; veo que eres obediente, lo cual no es chico consuelo y en justa recompensa no quiero obligarte á que ingreses enseguida en la Administración. A lo que si me inclino es á que te cases.

—¿Con quién voy á casarme? preguntó Alejo, con profunda sorpresa.

—Con Lisa Grigoriewna Muronskaya, le replicó Ivan Petrovitch. Me parece que no es mala la novia.

—A decir verdad, todavía no he pensado en casarme.

Si no has pensado todavia en eso, aqui estoy yo que lo he pensado y repensado por tí.

—Permítame V. que le diga que Lisa Muronskaya no me gusta.

—Ya te gustará. Ten paciencia y te enamorarás. de ella.