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UNA NOCHE EXTRAORDINARIA



I

van Petrovitch Panijidin palideció, apagó el quinqué y dijo con voz temblorosa: —Esposa niebla envolvía la ciudad aquella noche. Era Nochebuena, y acababa de asistir á una sesión de espiritismo en casa de un amigo, hoy difunto. Las calles transversales por donde tenía que pasar carecían de alumbrado, y más de un vez tuve que andar á tientas.

Vivia yo en casa de un empleado que se llamaba Trupof, en una de las barriadas más solitarias de Moscú. Mis pensamientos eran lúgubres.

«Tu vida se acerca á su término», me habían dicho aquella noche el espíritu de Spinoza. Rogué que le hiciesen repetir esas palabras, y el filósofo, no solamento las repitió, sino que añadió: «mañana por la noche».

Yo no creo en el espiritismo pero la idea de la muerte me sume en el desconsuelo.

La muerte es inevitable, si señor; todos hemos de pasar por ella; pero eso no quita para que sea contraria su idea á la naturaleza humana. El frío, las tinieblas, la humedad, los gemidos del viento y la soledad de las calles hicieron que un terror inexplicable é inmenso se apoderase de mi espíritu.

Y yo, que no tengo prejuicios, apresuraba el paso y cerraba los ojos, porque temía que se me aparcciese la muerte bajo la forma de un espectro.