Página:Páginas eslavas - Cuentos y narraciones (1912).pdf/174

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
172
Cuentos y narraciones

Panijidin suspiró, bebió un sorbo de agua y prosiguió:

'Ese inexplicable terror, que comprenderéis perfectamente, no me abandonó al llegar al cuarto piso en que habitaba Trupof, ni siquiera al entrar en mi habitación. La oscuridad más profunda reinaba en ella. El viento descendía, plañidero, por el cañón de la estufa, y hacia chirriar la puertecilla de hierro como pidiendo calor.

—Si no ha mentido Spinoza —pensé—estos serán los lamentos que acogerán mañana mi fallecimiento. Sin embargo, es difícil que me muera tan pronto.

Encendi un fósforo. Una ráfaga de aire se abatió sobre el tejado, y el lastimero llanto del viento se convirtió en alaridos. Una ventana á medio cerrar golpeaba á impulsos del aire, y la puertecilla de mi estufa gemía dolorosamente.

—Mala noche hace—pensé—para los que no tienen casa donde guarecerse.

Pero aquella no era ocasión propicia para las meditaciones. Cuando encendí el fósforo y paseé la mirada por mi alcoba, se ofreció á mis ojos un espectáculo tan inesperado como horrible.

Mejor hubiera sido que se apagase la cerilla, porque ni hubiera visto nada, ni se hubieran erizado mis cabellos. Lancé un grito, cerré los ojos y poseido de desesperación y de terror, di un paso hacia la puerta.

En medio de mi alcoba había... un féretro. Lacerilla se consumió; pero me dejó ver sus contorno.3.

Era color de rosa y tenía galones dorados y una cruz también dorada sobre la tapa. Cosas hay que se quedan grabadas en la memoria, aunque solo se las haya visto un instante.

Esto mo sucedió á mí. No vi el féretro más que un instante, pero recuerdo todavía hasta sus más insignificantes detalles. Parecía estar destinado á.