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Julián Juderías

las techumbres de las casas. Era el pueblo que pertenecia al propietario cosaco.

Ya habrían pasado algunas horas desde la media noche. El cielo estaba oscuro y aquí y acullá brillaban pequeñas estrellas.

En ninguna casa había luz. A uno y á otro lado del camino se veían granjas y casuchas con techos de paja.

En medio del pueblo había una casa mayor que las demás, que servía, al parecer de residencia al dueño.

La britchka se detuvo ante una pequeña granja, dentro ya de la cerca de estacas que rodeaba la casa señorial y los viajeros se fueron á dormir.

Bien hubiera querido el filósofo echar un vistazo á lo que lo rodeaba, pero al abrir los ojos lo vio todo confuso y en vez de una casa creyó tener delante un oso y las chimeneas le parecieron otros tantos rectores y así haciéndo un gesto de desagrado imitó la conducta de los que le habían traído.

IV

27 Cuando se despertó, hallábase en movimiento toda la casa. La hija del dueño había muerto durante la noche y mientras los criados corrian de un lado á otro y las viejas lloraban, un grupo de curiosos contemplaba el patio á través de la valla como si fuese posible que desde allí viese algo.

El filósofo aprovecho aquellos momentos de confusión para contemplar á sus anchas los lugares que no había podido ver la víspera.

La casa señorial era un edificio de escasa altura y pequeño como los que se construyen generalmente en la Pequeña Rusia. Tenía el techo de paja y en el centro de la fachada un pequeño frontis pintado de azul y amarillo con medias lunas, el