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Cuentos y narraciones

fano. Dejadme en libertad, hijos míos, añadió volviéndose hacía los demás. ¿De qué os sirvo?

—¡Pongámoslo en libertad! exclamaron algunos.

Es un pobre huérfano. Dejémosle que se vaya á donde le parezca —¡Dios, mío! balbuceo trabajosamente el polemista levantando un poco la cabeza. Déjemosle que se vaya á donde mejor le parezca.

Ya querían, los mismos cosacos ponerle en libertad, cuando el que tanta curiosidad había demostrado en punto á instrucción, los detuvo con estas palabras:

¡No lo soltéis, que quiero hablar con él acerca del Seminario! ¡Ya he dicho que quiero entrar en el Seminario!

Aunque el curioso cosaco no hubiese formulado tan inoportuna exigencia y cl filósofo hubiese quedado en libertad de tomar las de villadiego, no le hubiese sido posible realizarlo, pues cuando quiso ponerse en pie le pareció que tenía de palo las piernas y que las puertas de la habitación se multiplicaban prodigiosamente hasta el punto de ser imposible dar con la verdadera.

Ya empezaba á caer la tarde cuando los cosacos comprendieron que era hora de proseguir el camino. Subieron trabajosamente en el vehículo que los había traído; arrearon los caballos y tendiéndose cuan largos eran, se pusieron á cantar coplas cuyas palabras y sentido era imposible de todo punto averiguar.

Después de haber caminado, saliéndose constantemente de la carretera, por más que se la supiesen de memoria, hasta mny mediada la noche, la britchku descendió por la escarpada ladera de una colina hasta el fondo de un valle donde scgún pudo observar el filósofo se alzaban de trecho en trecho hileras de estacas que alternaba ncon raquíticos árboles detras de los cuales se veían !