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Cuentos y narraciones

to extraño que él mismo no pudo explicarse y contestó á las preguntas de los curiosos diciendo que, en efecto, le habían acaecido todo género de maravillas.

El filósofo era de las personas que cuando comon bien se muestran extraordinariamente filantrópicas y así se recostó, encendió la pipa y se puso á mirar los comensales con ojos muy húmedos, sin cesar de escupir.

Después del almuerzo recobró toda su energía.

Se paseó por el pueblo, trabó amistad con la mayor parte de los vecinos, lo echaron de dos casas en que penetró y una muoza de buen ver le midió las espaldas con una pala por haber querido enterarse de qué tela era el corpiño que llevaba.

Poco le duró el buen humor, pues á medida que se acercaba la noche fué poniéndose pensativo y cabizbajo.

Mientras llegaba la hora de la cena pusiéronse los criados á jugar á los bolos y á la cascha, que es este mismo juego con la diferencia de que el vencedor tiene derecho á pasearse á horcajadas sobre el vencido. El juego adquirió interés. Unas veces cl vaquero, que era ancho de espaldas y grueso, montaba sobre los hombros del porquero que era pequeño y débil y con la cara arrugada. Otras veces era Dorosch el que montaba sobre el vaquero exclamando: ¡Este si que es un buey!

En la puerta de la cucina se habían sentado los más formales y contemplaban el cuadro con mucha seriedad sin soltar la pipa de la boca aun cuando la juventud los increpase con palabras inconvenientes. En vano procuró Tomás mezclarse en el juego. Las ideas más lúgubres le atormentaban como clavos que tuviese hundidos en el cerebro y por más que hacia por desecharlas y por animarse, el terror se iba apoderando de su espíritu á