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Cuentos y narraciones

vidrieras de las ventanas y los marcos de hierro, el chirrido de aceradas garras al deslizarse por los zócalos y un ruido confuso, como el que hubiesen producido los esfuerzos de un ser poderoso é invisible por forzar la puerta y penetrar en el templo.

A Tomás le latía desenfrenadamente el corazón relampagueábanle los ojos y sus labios se agitaban murmurando oraciones.

El canto del gallo se escuchó en lontananza. Tomás se detuvo y respiró.

Los que fueron á buscarlo lo hallaron medio muerto. Tomás los miró fijamente, recostado en la pared, y durante el camino tuvieron que sostenerlo para que no diese con su cuerpo en tierra.

Llegado á la casa del sotnik, pidió un cuartillo de aguardiente y después de beberlo se mesó los cabellos exclamando:

—En este mundo se ven cosas de todas clases..y á veces, se pasan tales sustos que... Movió las manos y calló.

Los que lo rodeaban bajaron la cabeza al oir esto y hasta un mozuelo á quien los criados concedían el derecho de sustituirlos cuando se trataba de limpiar la cuadra ó de acarrear agua, hasta este mozuelo abrió la boca.

Acertó en esto á pasar por allí ayudanta de la cocinera, vistiendo un corpiño bordado que dibujaba las redondeces de su talle. Era la tal ayudanta coqueta hasta la exageración y por tal de componerse, capaz de prender a su corpiño lo mismo una cinta que un clavel ó un pedazo de trapo, cuando no había otra cosa.

—Buenos días, Tomás exclamó al ver al filósofo, ¡Ay, ay! ¿qué te ha pasado? añadió dando una palmada.

—¿Por qué, majadera?

¡Dios mío! ¡Si se te ha puesto el pelo blanco!

—¿Eh, eh? ¡Pues no ha dicho más que la verdad!