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Julián Juderías

á aguardiente y á tabaco, se mostró al punto dispuesto á seguirlo.

—¡Qué hombre más notable fué Tomás! exclamó el ex—teólogo, cuando el lisiado tabernero le puso delante el tercer jarro de vino. ¡Qué notable era!

13 decir que se perdió por una simpleza!

—Ya sé yo por qué se perdió, dijo el filósofo; so perdió por que tuvo miedo, que si no llega á tenerlo nada le hubiera podido hacer la bruja. Basta y sobra con santiguarse y escupirles en la misma punta del rabo para que nada suceda. En Kief todas las viejas que venden en el mercado son brujas.

El campanero asintió á las razones de Gorobez y al reparar que su lengna no podía pronunciar una sola palabra se levantó de la mesa y fué tambaleándose á ocultarse en el lugar más apartado que halló, en medio de la maleza, no sin haberse llevado antes por no faltar á su antigua costumbre, una suela vieja que encontró rodando por el suelo.