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Cuentos y narraciones

que cantaba; la primera no la oyeron los diablos. Asustados, dirigiéronse hacia las ventanas y las puertas para escaparsc, más ya era tarde: allí se quedaron.

Al llegar el sacerdote, apenas rayó el alba, se detuvo al contemplar aquella profanación de la casa de Dios y no se atrevió á decir la misa de difuntos.

La iglesia se quedó en aquel estado por los siglos de los siglos, con los demonios caídos junto á las puertas y al pie de las ventanas. Plantas salvajes crecieron alrededor del templo formando espeso bosque, defendido por enormes zarzales y hoy día nadie puede dar con el camino que á ella conduce.

IX

Cuando el rumor de este suceso llegó á Kicf y el teólogo Jallava se enteró del triste sino de su compañero Tomás, se entregó por más de una liora á la meditación. Grandes cambios habían sobre—venido en su vida durante aquel tiempo. La felicidad le sonreía pues al termiñarsus estudios científicos, habíanlo hecho campanero de la torre más alta de la ciudad y casi siempre lo veian con la nariz estropeada, pues la escalerilla de la susodicha torre estaba construída con singular descuido.

—¿Has oído lo que le ha pasado á Tomás? dijo llegándose á él Tiberio Gorobez, á la sazón filósofo y bigotudo.

—Díos lo ha dispuesto así, contestó el campanero. Vamos á la taberna y honremos su memoria.

El joven filósofo, que llevado del entusiasmo que su nueva posición le producía, usaba de los derechos anejos á ella hasta el punto de que sus pantalones, su levitón y hasta su gorra apestaban